La fractura del boxeador, por Estanislao Lizárraga
Había terminado el sexto round de la pelea entre e Marcelo “La pulga” Mireles y Bradley “Machine gun” Armstrong. La cara de la pulga estaba destrozada casi por completo: Era una cascada de sudor y sangre que se deslizaba desde sus cejas hasta su pecho. Por su parte el campeón estadounidense estaba casi entero con tan solo unos ligeros moretones en su frente y mejillas.
Apenas pudo mantener el ritmo de pelea del round anterior con unos cuantos jabs y ganchos que no terminaron de aterrizar en el cuerpo de Bradley. Había gastado casi por completo sus energías y ahora sus brazos y piernas estaba tan tiesos como una bolsa de cemento. El dolor en su mano derecha era casi insoportable. Su entrenador hizo lo mejor que pudo por curar las heridas de su pupilo, pero no podía hacer milagros con tan solo un pomito de vaselina.
—Estas muy lastimado pulga— exclamó el entrenador. Le dolía mucho ver a su boxeador estrella lastimado como un perro callejero. —Voy a parar la pelea. Te va a matar si continuas. Hazme caso y deja que tire la toalla.
Sin embargo, la pulga no hizo caso a sus suplicas, quizás su orgullo como pugilista se lo impidió o puede que el ruido ensordecedor de las tribunas sofocó cualquier otro sonido dentro de su mente. Mientras tanto Las personas que estaban sentadas en sus taburetes clamaban por un espectáculo: un retorno alucinante, un giro inesperado a una pelea que desde el principio era lamentable de ver.
La campana retumbo con un chirrido ahogado que envolvió todo el estadio. Marcelo se levantó casi mecánicamente de su esquina. Su entrenador grito unas palabras que se perdieron en el bullicio de la gente. La pulga alzó sus guantes a la altura de su rostro y separo sus piernas en línea con sus hombros. La pelea continuó. Bradley asestó golpes directos a la ceja lastimada de la pulga provocando que la sangre volviese a emanar a borbotones. Continuó recibiendo mucho castigo por parte del boxeador estadounidense durante la mitad del séptimo round. Pero inesperadamente Marcelo, poseído por alguna fuerza extraordinaria, comenzó a saltar de un lado a otro alrededor del cuadrilátero. Armstrong quedó confundido ante sus movimientos y quiso frenarlos con dos ganchos consecutivos a las costillas de su contrincante. Sin embargo, la pulga esquivo sus golpes sin dificultades; su juego de piernas era rápido y certero. El campeón no podía acertar sus golpes, la pulga los esquivaba antes de que aterrizaran. Armstrong trató de acabar la pelea con un uppercut a la barbilla de Marcelo sin embargo este contraataco con un gancho a la región blanda del campeón directo a uno de sus riñones. El boxeador estadounidense sintió el impacto del golpe y sus piernas se acalambraron por unos segundos. La pulga continuó con un gancho al ojo izquierdo de Bradley seguido de un jab a su nariz. Sus golpes aterrizaron a la perfección. Armstrong retrocedió adolorido y subió su guardia para defenderse de los puños de su contrincante, sin embargo, poco pudo hacer para frenar la estampida de golpes que le estaba asestando la pulga.
El séptimo round terminó con un combate a favor de la pulga, unos segundos más y el campeón estadounidense hubiera estado en aprietos. Marcelo volvió a su esquina y se dejó caer en el banco.
La gente se paró de las gradas y en unos pocos segundos el palacio se vio invadido con gritos extasiados que clamaban el nombre de la pulga como a un ídolo.
-Lo hiciste muy bien- lo felicito su entrenador mientras limpiaba su sangre y sudor. -Sigue con el movimiento de piernas, provócalo, has que se descuide y lo tendrás contra la lona.
-Mi mano me arde- exclamó Marcelo. -tengo que terminarlo en este round o en el próximo sino el dolor será insoportable.
Cuando comenzó el octavo round Bradley tuvo problemas para seguir los movimientos de la pulga; Marcelo saltaba de un lado a otro esquivando los golpes del campeón. Contraatacaba sus golpes con ganchos certeros al estómago, las costillas o a la nariz. Los movimientos de Armstrong comenzaban a entorpecerse: sus piernas se agarrotaban y sus brazos se aflojaron. Cada golpe de la pulga lastimaba hasta el espíritu del boxeador estadounidense, era probable que para el noveno pudiera ser noqueado. Solo haría falta un golpe decisivo, un golpe para que la pulga se convirtiera en campeón mundial, un golpe para enterrar su pasado de pobreza, un golpe para convertirse en el mejor boxeador de su clase. Sonó la campana y el octavo round llegó a su fin.
Un dolor secó recorría a la mano derecha de Marcelo hinchando sus venas como un globo. Casi al borde del cansancio se sentó en su esquina. Su piel estaba limpia de la sangre de los rounds anteriores. Su entrenador le repetía las instrucciones del round pasado, pero apenas su voz llegaba a sus oídos. Solo veía al campeón al otro lado, sentado en su esquina con las fuerzas mermadas y su rostro sangrando por la nariz.
-Lo hare caer el siguiente- dijo en un suspiro. El repiqueteó de la campana llegó a sus oídos y la pulga se levantó enseguida.
Apenas el referí dio la indicación para pelear, la pulga se lanzó sobre Bradley como una fiera hambrienta por su presa. Arrancó con una combinación de golpes consecutivos hacia la humanidad del campeón boxeador. Ganchos, Jabs, Uppers, y todo golpe conocido en el boxeo volaron hacia cuerpo de Armstrong con la fuerza de un vendaval. Marcelo arremetía como un poseído liberando su furia y desesperación en la batalla. Inútilmente el campeón trató de bloquear y contraatacar los golpes de su contrincante, pero sus esfuerzos fueron inútiles. En tan solo dos rounds había terminado lastimado, cansado e incapaz de seguir peleando. La voluntad de la pulga se había impuesto ante su legado de victorias.
El campeón estaba contra la lona y apenas tenía fuerzas para cubrirse. Marcelo ya estaba preparado para terminar la pelea. Asestó un uppercut hacia su barbilla con todas las fuerzas que le quedaban, pero en el momento en el que su golpe aterrizó un leve ruido seco se produjo en el cuadrilátero. Armstrong no fue noqueado, la muñeca de Marcelo se destrozó. La pulga cayó de rodillas al piso del cuadrilátero aullando de dolor. El referí detuvo enseguida la pelea. Los médicos subieron enseguida al cuadrilátero. Tomaron la mano derecha del boxeador retador y la despojaron de su guante. Con mucho cuidado removieron las vendas evitando lastimar la muñeca de Marcelo. Al ser apartadas por completo se revelo un hundimiento en la mano de la pulga junto con señales de rotura. No hubo necesidad de un análisis minucioso para que los doctores determinaran que ello era una fractura del boxeador.
Enseguida el referí determino que la pelea no podía ser continuada y Bradley mantuvo su título de campeón mundial del peso mosca. Sin embargo, para la pulga solo quedó una muñeca fracturada junto con la imposibilidad de volver a pisar un cuadrilátero de boxeo. Su mano se había roto y sus sueños también.
Jorge Estanislao Lizárraga Osuna (Mazatlán Sin) Asistente de servicio social en la Universidad Pedagógica del Estado de Sinaloa. Su carrera artística la ha realizado en el rubro del teatro con obras como “Macario” (Basada en el cuento de Rulfo), “Una pastorela de la calle”, “Fin de partida”, “La tempestad” y más recientemente “cuentame una de elefantes de la que realizó su adaptación. El año pasado participó con su cuento “La cruz de plata” en el concurso de cuentos de terror del museo de arte, el cual no ganó, sin embargo eso no ha impedido que busque desenvolverse como narrador de cuentos. Esta es la primera vez que publica en una revista.