A veces no sé a dónde me está llevando este camino, por Luis Fernando Rangel | Cuento

A veces no sé a dónde me está llevando este camino, por Luis Fernando Rangel | Cuento

Y te vi llorar un río a cada lado,

de tu rostro sin desmaquillar,

como la propia Katy Jurado,

con las nubes negras detrás.

Nacho Vegas

a Ramón Rangel

 

El aire acondicionado no funcionaba. Cuarenta y cinco grados centígrados. Llevaba las ventanas del automóvil abajo, pero el aire de afuera quemaba al respirar. Yo conducía. El asiento de cuero sintético me hacía sudar a tal grado de tener que despegar la espalda del asiento para ventilar. Pinche calor.

El humo del cigarro de Katy viajaba hasta los asientos traseros. En esos momentos me preguntaba si aquella modalidad era necesaria. ¿Fumar en espacios tan cerrados como un vehículo todavía era visto como algo atractivo? No podía quejarme, se trataba del gusto del consumidor y no me podía meter en esos asuntos. Pobre pendejo.

Katy Jurado se conservaba fresca gracias a una compleja red de ventiladores internos que mantenían la superficie de su piel apenas con un destello de sudor para brindarle el realismo necesario. Sus ojos, brillantes —fijos en el camino—, pestañeaban cada cierto tiempo.

Seis segundos: pestañeo. Seis segundos: pestañeo. Seis segundos: pestañeo. Seis segundos: pestañeo. Seis mil segundos: mil pestañeos. Seis millones de segundos: un millón de pestañeos.

¿De qué nos perdemos en esos millones de segundos que dejamos de ver el mundo?

Aquella modalidad, además de estética, cumplía con la función de actualizar la base de datos inmediatos, cuya información era captada por el sensor óptico y al registrar cada parpadeo corroboraba que la máquina seguía en perfecto funcionamiento. Si dejaba de pestañear, el modelo empezaría a sufrir problemas de movilidad.

El carro continuaba por la carretera libre. No estábamos tan lejos de Ojinaga y en poco rato podría disfrutar de un trago acompañado del merecido descanso. Me daba ánimos para continuar en aquellos jales, pero a veces me preguntaba ciertas cosas que me inquietaban y me revolvían el estómago al punto de tener que vomitar durante aquellas madrugadas en que la ansiedad no me dejaba dormir.

Me quedé viendo por unos segundos el rostro de Katy. Había sido esculpido para ser una réplica exacta de la famosa estrella de cine mexicano durante sus mejores años, aquella actriz hermosa que fue de las primeras en triunfar en el cine estadounidense. El detalle que puse en el maquillaje y la pintura me parecían una broma de mal gusto. A veces llegaba a sentirme asqueado de mi propio trabajo, más cuando sabía el tipo de clientes a los que los HUM-01 llegaban. Prefería no pensar en eso. No tanto por las máquinas en sí, sino por aquello que representaban: humanidad o, al menos, algo que se le parecía.

Las pruebas en el ADN humano comenzaron al mismo tiempo que lanzábamos los HUM-01 al mercado negro. La piedra que cayó del cielo aquella tarde en que todo comenzó contaba con propiedades que hasta esos momentos eran desconocidas en la tierra. Aunque dichas propiedades compartían, de manera muy extraña, material genético muy similar al del ser humano. Así comenzó la idea y nos lanzamos a trabajar en la síntesis del ADN.

—Casi idéntico, Arturo, casi idéntico —me dijo el jefe cuando le mostré los prototipos.

No me dejaron saber más del asunto. Mi deber pasó a ser el de un chófer de máquinas perfectamente humanas y dejé de lado mis conocimientos tanatoestéticos, nutrido de mis habilidades artísticas adquiridas durante los años que trabajé en la funeraria y de mi conocimiento de robótica que aprendí, más mal que bien, en aquellos años que cursé la ingeniería.

Noté que Katy había dejado de pestañear por un par de segundos más de los establecidos en la programación. Me lamenté. Pinche madre. Pensé que tal vez llegaría al destino con un armazón descompuesto. No dije nada, pero ella sí.

—No quiero perder un detalle de este camino tan bello. Lástima que en algún momento el mundo se vaya a terminar.

No despegó los ojos de la carretera frente a nosotros. Los campos, secos y amarillos, contrastaban con los cerros altos y verdes, todo aquello presenciado por un cielo azul, limpio y claro. HUM-01 volvió a hablar, pero clavándome ambos ojos, mientras tiraba su cigarro a medio camino por la ventanilla abierta. Su mirada parecía de desencanto.

—Me gustaría aprender a pintar y compartir con otros lo que veo —sentenció.

—Yo también lo puedo ver —contesté, luego de una pausa, con la intención de que se callara.

Hablar con los robots siempre me había parecido más inquietante que hablar con los muertos.

—Pero no lo ves igual que yo —dijo, con una sonrisa triunfante, que alcancé a notar de reojo.

Su sonrisa era sarcástica, casi humana, como de satisfacción.

Katy estiró el brazo y encendió la radio.

Sometimes I don’t know where this dirty road is taking me. Sometimes I don’t even know the reason why.

Por primera vez pensé en decirle por su nombre, o al menos el que alguna vez le perteneció a ese rostro, decirle Katy Jurado.

 Well, I tried to kill the pain, I bought some wine and hopped a train. Seemed easier than just waitin’ around to die.

El ruido de la estática dio paso a una estación de música country. Sonaba “Waitin’ around to die” de Van Zandt. Canté por lo bajo, con la mirada mojada, como aquel hombre triste que llora agazapado al fondo de la habitación, con los puños apretados mientras asiente, se acomoda el sombrero y se limpia las lágrimas.

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Luis Fernando Rangel (Chihuahua, México, 1995). Escritor y editor. Autor de una decena de libros de poesía y cuento. Sus libros más recientes son La mano de Dios (Editores UACH, 2024) y Must be the season of the witch (Granuja, 2023). Ha recibido el II Premio Internacional de Poesía Nueva York Poetry Press, los Juegos Florales de Lagos de Moreno en cuento en 2021, el IV Premio Nacional de Poesía “Germán List Arzubide” y el Premio Estatal de Poesía Joven “Rogelio Treviño” en 2017. Textos suyos han sido traducidos al inglés y al italiano, y aparecen en revistas y antologías de México, Ecuador, Colombia, Argentina, Chile y Estados Unidos. Forma parte de Fósforo. Literatura en breve y Sangre ediciones. Ha sido becario del FOMAC (2017, 2023), del curso de verano de la Fundación para las Letras Mexicanas (2017) y del Festival Interfaz de ISSSTE Cultura (2015). Es Licenciado en Letras Españolas por la UACH. Actualmente es Jefe de Unidad Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la UACH.