Shakira, de Julio Ortiz Manzo | Cuento

Shakira, de Julio Ortiz Manzo | Cuento

Son tres cosas: primero, que no veas niños en las calles, es decir, los flaquillos que ya andan jugando fut de a gratis no te sirven. Los que interesan no se ven porque están metidos en sus casas jugando FIFA o Fornite. Segundo, dulcerías. Desde que llegué, supe que ésta era la ciudad perfecta por sus dulcerías que parecen supermercados, hasta carrito te dan. Tercero y más importante, salones de fiestas infantiles. Ésa es la clave, si no hay, ni le busques, te vas al siguiente pueblo.

Pinche tele, ni se oye. Bueno, es el reclusorio, no Cinépolis.

Lo demás ya lo sabes: tu pants deportivo acá chingón, original, tarjetas de presentación, los conitos para regate, porterías chiquitas, rentar el estadio. No se te olvide, uno bonito y en la colonia más nice. Y la lona: chivitas sección Noroeste… o bueno, pumitas, tucitos o lo que sea; aguilitas también, por qué no.

Y pues ya, van llegando solitos y tú nomás extiendes la mano. Que si los uniformes, que si el envío de los videos al club, que si el pago por arbitraje, que si los derechos de uso de franquicia, que si los viáticos para el visor de la selección infantil, obviamente algún compa con buena ropita que se siente en las gradas con una libretita.

Luego, identificar a los papás más gastalones, los más empecinados en que su chamaco “sobresalga”. Les dices la típica de que tiene potencial, que podría ser el nuevo Hugo Sánchez. Si su chavo es larguirucho y tronco, que así era Rafa Márquez; sí es chaparillo y mañoso, que así era el Chuky Lozano. En fin, sin exagerar. Nada más tantito picarles el orgullo para que solitos te soliciten una oportunidad de que sea visto por los “entrenadores en jefe” en el DF, Guadalajara, Pachuca, Monterrey o según el equipo que hayas elegido.

Mira, es ésa, con el siete. Qué grandota está.

Eso me recuerda. Lo peligroso es cuando te sale un chavito realmente bueno. Si es de papás con lana, perfecto, si no, vas a tener que usar tu astucia en una única misión: opacar al niño para que no ponga en evidencia a las “estrellitas” de los que sí invierten. Los papis siempre van a creer los elogios que les hagas a sus hijos, pero es más difícil si ven a otro chamaco haciéndolo mejor.

Y peor si es niña. Nada los agüita más que ver una niña tirándole un caño a su primogénito promesa. Desde que vi a Shakira agarrar el balón en los ejercicios, supe que serían problemas. Primer inter escuadras: tres goles. Pues manos a la obra. Como era zurdita y gambeteadora, pues la puse de defensa por derecha; letal rematadora; pues la hice mi cobradora oficial de tiros de esquina. Eso es lo mejor porque como tenía un guante en la zurda, hacía lucir a las estrellitas al ponerles la pelota exactamente en la cabeza, prácticamente les rebotaba el balón. Todo iba bien hasta que aprendió a hacer goles olímpicos.

Aprende de mí error, sólo pulí sus habilidades. Verás, desde chamaquita ya jugaba con los niños, sólo que, para que le dieran chance, aprendió a jugar donde la pusieran. Yo la metí en la central, en las laterales, de contención; hasta portereaba la canija con tal de jugar. Cuando recurrí a la peor de mis mañas, osea, poner de acuerdo a los compañeritos para que no le pasaran balones, llegó su perfección.

Se convirtió en una pinche tiburona con hambre de balón. Iba por él a donde fuera. Yo decía, no lo va a alcanzar, no lo va a alcanzar, y zas, lo alcanzaba. Todos los divididos eran suyos, todos los pases malos, todas las balas perdidas. ¡Y cómo robaba! Anticipaba los pases del contrario, se barría decidida pero quirúrgica y, cuando el contrincante era mejor, lo seguía y lo seguía hasta que deatiro terminaban entregándole el balón por cansancio.

¡Su dorsal! ahora sí dice Shakira.

Si estás preguntándote ¿y sus papás? Bien pensado, el problema siempre son los papás. Los chamacos van a divertirse, ganen o pierdan se les ven las risas, es un juego después de todo. Los papás no lo ven así, lo ven como competencia con otros papás. Todo se vuelve “ser profesional”.  Te van a estar chingando que por qué no metes a su chamaco, que para qué paga, que si no entra se van a ir a otro equipo y demás. Van a ofrecerte patrocinar uniformes, viajes, convivios; o directamente un “donativo”.

Con Shakira nunca tuve ese problema, su mamá la traía y se la llevaba sin siquiera apagar el carro. La única vez que la vi fue cuando la inscribió. Altota, morena, siempre con uniforme de IMSS, pelo chino; creo que de Guerrero. Sí estaba pendiente en el grupo de watsapp y puntual en los pagos pero nomás abría la puerta del carro, salía corriendo su chamaca y ella se arrancaba a trabajar.

Lo último, ya sabes, darles la noticia de que sus chamacos tienen la oportunidad de hacer pruebas en Tijuana o Torreón o lo que sea. Les pides para boletos, hoteles y cuota de los visores. Obvio que pueden llevar acompañante, pero si no les alcanza, les das la opción de que le encarguen sus chavitos a otros papás. Todo en cash y por adelantado. Y ya, los citas en el aeropuerto tres horas después de la salida del único vuelo que sí compraste, el tuyo; rumbo a la ciudad o pueblo que ya elegiste como nuevo prospecto.

Mira nomás, ya trae la banda de capitana.

Por último, te recomiendo no veas los periódicos por tres o cuatro semanas.  Aunque no lo creas, sí se siente feo ver sus fotos en las noticias, ahí plantados en el aeropuerto, uniformaditos y con sus maletas. Te acuerdas de todos. Del gordito que aprendió a usar el cuerpo, del flaquillo que empezó a hacer sombreritos, del lento que terminó ubicándose mejor, del correlón que entendió que la pelota siempre es más rápida; de cuando te decían profe esto, profe lo otro; de cuando, a pesar de todo, ganaron un partido. Del cabecita, el cuatrojos, el patachueca, el chiveado; de la Sharkira.

Te va a dar tentación de mandar unos watsapps. De decirle a algunos papás que, a pesar de que eres un pinche estafador, sí le sabes al fut y recomiendas que su chamaco siga jugando. Aunque sea chip nuevo en el cel, uno o dos no hay problema; cinco es tentar la suerte. La policía no te localiza, los papás sí. A mí me encontró la mamá de Shakira. Resulta que, por más que le había insistido en mensajes, no dio dinero ni permiso para el viaje. No sé qué chingados estaba pensando cuando le llamé. Los chips se pueden cambiar, pero la voz no. La grabación que hizo de la llamada sirvió como evidencia. Siempre y cuando no cometas esa pendejada, todo irá bien.

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Julio Ortiz Manzo. Nacido en Guadalajara, Jalisco. Residente de la Paz, Baja California sur. Ganador del Premio Estatal de Cuento Ciudad de la Paz 2009 con Eritroficción, libro de cuentos de ciencia ficción. Ha publicado cuentos en la revistas electrónicas Axxón y Anapoyesis, así como en las compilaciones Historias de los Cabos de la editorial Barco Varado, y en Fabricantes de Sueños 2010-2011 y Visiones 2016, estas dos últimas de la Asociación Española de Fantasía Ciencia Ficción y Terror.