No deberíamos estar hablando de esto, por Gerardo Muñoz

Del título de esta opinión subyacen, por un lado, la frase que alguna vez escuché de Mirna Nereida, sobre el tema de la violencia en Sinaloa y la labor de las madres buscadoras, cuando dijo que “No deberíamos estar aquí”; y en ese tenor, suscribo que tampoco deberíamos estar hablando de esto. Pero, por otro lado —como también expresaba la artista Teresa Margolles—, “¿De qué otra cosa podríamos hablar?”
Qué impotencia que los lugares cotidianos sean escenarios de las peores atrocidades, un Culiacán irreconocible, un Mazatlán al filo, y contrario al negacionismo oficial, todos tenemos historias —si no en el presente, en el pasado— de algún amigo, familiar, vecino, compañero de trabajo, excompañero de la escuela. Tenía en mente esta foto de hace treinta años, en el kínder Gandhi de la colonia Sánchez Celis en
Mazatlán. Me entristece muchísimo saber que algunos de esos niños ya no están. Al igual que los gobiernos pasados, ¡Qué grande le quedó al morenismo Sinaloa! Claro, como he escrito antes, sé que nadie tiene soluciones mágicas ni panaceas, pero mínimo hubiese sido posible un poco de respeto.
Para el partido hegemónico, la canción (horrible) del terco de Silvio Rodríguez les parece una virtud, pero ¿Qué pasa cuando el gobierno se amacha a la idea de que negar y minimizar la violencia forma parte de la identidad política de su movimiento? Ya lo dijo una morenista destacable: “Eso no está pasando en nuestro México”. Qué situación tan patética que sigan afirmando que “Sinaloa se transforma”, que “Sinaloa se inunda de bienestar”, que “Sinaloa recupera la paz”, cuando —de paso hay que decirlo— históricamente nunca la ha habido.
Y a un año de la nueva crisis de inseguridad que ha vivido el estado, las autoridades siguen agraviando día a día con sus pésimas declaraciones, pregonando su mundo feliz, que como el traje del rey desnudo nomás ellos lo pueden ver. Donde las madres buscadoras, que deberían ser reconocidas como defensoras de los derechos humanos —como ha señalado Amnistía Internacional—, por el contrario, han pasado al bando de los adversarios, de “la derecha”, de los traidores a la patria. Poco pudor existe en las maromas que dan con tal de defender la narrativa de que todo va de perlas. Queda ya en la memoria colectiva cuando el ¿gobernador? declaró que “en Sinaloa se vive perfectamente bien”.
Me disculpo por el pesimismo de mis letras. Pero temo cuántas veces más, en lo que queda de siglo, volveremos a escribir lo mismo.