Tres poemas de Luis Fernando Rangel
Los dinosaurios no conocieron las flores
Los dinosaurios no conocieron las flores, me dices triste,
porque a ti te gusta mucho ver florecer tu jardín
y te gustan los girasoles y los claveles
y los dinosaurios.
Pero cuando los dinosaurios vivían
las flores no eran ni una promesa.
Tal vez los dinosaurios no sabían llorar
y no pudieron regarlas.
Tal vez las flores fueron un regalo
y un recordatorio.
Imagínate: un dinosaurio
con flores llamando a tu puerta;
un dinosaurio muerto en tu jardín
para que puedan florecer los girasoles,
las rosas, los claveles.
Los dinosaurios no conocieron las flores:
imagina su tristeza.
Sinclair
Si los dinosaurios no son lagartos, ¿entonces qué son?
En la televisión veo a una familia de dinosaurios
y usan camisas, pero no pantalones,
aunque los bebés usan pañales.
Y si llevan zapatos (esto es opcional) usan calcetines.
Ellos sí parecen lagartos
pero también se parecen a mamá y a papá,
a la abuela, a mi hermano, a la vecina y al vecino.
Los científicos dicen que los dinosaurios
ni siquiera son como los imaginamos,
sino que tenían plumas.
Suelto una pequeña carcajada,
¡qué curioso! ¿Quién diría que las gallinas
son más cercanas a un dinosaurio que a un cocodrilo?
Tratado de los valores
a Sergio Ernesto Ríos
Cuando era niño siempre me pregunté
cómo la gente sabía el valor de los billetes y de las monedas,
quiero decir, todos los billetes y todas las monedas son similares
y están hechos del mismo material o, al menos, un material muy similar.
Pero ahora sé que su valor no depende de qué están hechos,
sino de lo que dicen que valen y bajo qué circunstancias valen.
Al momento de hablar de monedas y billetes
sería bueno explicar qué son:
Las monedas son piezas metálicas regularmente circulares.
Los billetes son pedazos de papel que son llamados papel moneda
y no son circulares.
El valor que tienen las monedas y los billetes
depende de la impresión o la acuñación,
me refiero a las marcas que reciben
para diferenciarlos de otros valores
y para saber que son reales, porque
al ser impresos o acuñados
reciben un distintivo único
que los vuelve difícil,
pero no imposible,
de replicar.
Otro punto acerca del valor de la moneda
es que puede respaldarse en el metal con el que fue acuñado.
Si tengo una moneda de plata o de oro, su valor dependerá
del valor que tenga la plata o el oro. Mientras que el papel
podrá respaldarse en reservas de oro, es decir,
puedo producir la cantidad de billetes
con el valor del oro que posea
y de acuerdo al valor del oro
en ese momento.
Pero esto es muy confuso,
como son confusas muchas cosas:
la economía, las matemáticas, la vida misma, por ejemplo.
Algunas monedas tienen errores de acuñación
y esos errores las hacen más valiosas,
porque son más únicas, más
irrepetibles.
En mi buró, por ejemplo, atesoro una moneda
con el rostro de Zapata y otra con el rostro de Villa.
Y ahora esas monedas valen más para los revolucionarios
o para los coleccionistas, pero no para las máquinas de refrescos.
Pongo también como ejemplo
la confusión que ha existido entre los billetes
de veinte pesos y los de quinientos pesos, que son azules
y tienen el rostro de Benito Juárez, pero cada billete tiene un valor diferente,
aunque comparten las mismas características esenciales, podría decir
que el mismo espíritu.
Ahora que no soy niño y me resisto a la adultez,
me pregunto lo mismo y a la pregunta he añadido
el valor de otras cosas que antes no me interesaban
o no me atrevía a preguntar o ni siquiera sabía
que se podían preguntar porque no encontraba
cómo formular la pregunta: ¿puede existir
una pregunta antes de que se formule?
A todo esto, detrás del Yo sólo sé que no se nada
se esconden los motivos que nos llevan a preguntarnos cosas
y descubrir en nuestra ignorancia una ventana a nuevos cuestionamientos.
Ahora hablemos de valor de otras cosas
a las que nosotros les atribuimos valor.
Como los nuevos billetes de cincuenta pesos,
que valen más porque son bonitos
y en su marca de impresión
llevan un ajolote
y hasta parece que valen más que los ajolotes mismos.
Aunque quizá nada vale.
A fin de cuentas, el papel no tiene valor
independientemente de que tenga escrita una cifra,
sino de lo que lo respalda en oro o plata o cualquier metal.
Pero el oro también tiene que buscar en qué respaldarse,
como el petróleo. Y el petróleo se respalda en sangre y dinosaurios.
No se diga más. Propongo
que la nueva moneda sea
los dinosaurios de plástico.
Luis Fernando Rangel (Chihuahua, Chihuahua. 1995). Escritor y editor. Licenciado en Letras Españolas por la UACH. Cofundador y director editorial de Sangre ediciones y fundador y director general de la revista Fósforo. Literatura en breve. Becario del Fondo Municipal para Artistas y Creadores (2017), del curso de verano de la Fundación para las Letras Mexicanas (2017) y del Festival Interfaz de ISSSTE Cultura (2014). Autor de los libros de poesía Cuando nuestros huesos sean fósiles (Ediciones del Olvido. 2023), Nombre de piedra (Buenos Aires Poetry, 2022), La marcha de las hormigas (Nueva York Poetry Press, 2022; II Premio Internacional de Poesía Nueva York Poetry Press en 2021), Corridos de caballos (Medusa editores, 2021; IV Premio Nacional de Poesía “Germán List Arzubide” 2020) y Dibujar el fin del mundo (Editores UACH, 2019; Premio Estatal de Poesía Joven “Rogelio Treviño” 2017), así como del libro de cuentos Miedo a los relámpagos (Crisálida ediciones, 2022). Textos suyos han sido traducidos al inglés y al italiano y han sido publicados en más de una decena de antologías de cuento y poesía nacionales e internacionales como Hay algo, algo urgente que te tengo que decir. Homenaje a William Carlos Williams (Medusa editores, 2022) y Diásporas del abisal. Antología poética México-Ecuador (Lunada ediciones, 2022). Ha colaborado en revistas de México, Colombia, España, Argentina, Chile y Estados Unidos.