Poemas de José Manuel González Martínez
Concierto
Hoy, son toda la música,
los instrumentos, las notas,
todos los ritmos y compases,
abren la boca milenaria
cuya melodía fulgura sobre el milagro de sus cuerpos
donde se hilan firmamentos y azogues
para concebir una sinfonía, un astro o un hijo.
Son el caos hecho alabanza,
lengua vibrátil que traduce el aliento inmortal
y al unísono inaugura el aire que da voz a los pájaros.
Oh teoría de las cuerdas finales
tañida por sus manos que tejen el sonido de las profecías
y hacen resonar la piel del tiempo.
La luna obertura,
hombre y mujer cantan en coro la canción de la tierra
y al instante se vuelven niños de fuego
que buscan sus baladas más secretas
para desenterrar las tumbas del ala y del océano.
Acariciándolo todo, destruyéndolo todo.
Profecía
Lejos del infierno,
devoran la lluvia,
con los ojos cerrados quitan sus rostros,
arde el colibrí y la luna,
respiran cenizas,
propagan el eco de las hojas,
la miel de los muertos.
Cifras de la oscuridad,
sobre el hielo que no destruye,
andan sin belleza,
gozan la resaca eterna de las sábanas,
debajo, relumbra la sal,
y sus ojos señalan el ángelus.
No es la blasfemia de la lechuza,
ni el duende milenario de los sueños,
lo que desata sus sombras,
hay algo más,
un rayo, un mar de tierra,
la caída de una lágrima de Job sobre sus vientres,
heridas que rugen soles de plata,
polvo y fuego unidos en un acorde doloroso,
tórtolas que besan la carne de los astros.
Árbol del sexo, árbol de la pasión,
la noche teje sobre ellos millones de pétalos negros,
los cuerpos huelen a mango,
reconocen el aroma de la soledad quemada,
la fragancia de la quena y el licor sale por sus bocas,
brazos horizontales dirigen el abrazo final,
se eleva una garza blanca,
la luz es fruta de su aliento,
calla la garganta del gallo, los paladares dicen sí,
saborean el crepúsculo,
apagan las estrellas
y roban la lengua de los dioses,
mil años en una caricia,
mil eclipses en una mirada,
mil canciones en un beso.
Se deslumbran las flores,
lloran las serpientes,
ellos,
ya transfigurados en el día y la noche,
ungidos por las llamas,
son todas las muertes y los nacimientos,
y se entregan para la resurrección definitiva.
Trino
Las manos encarnadas en aves,
reposan sobre el agua,
la vuelven piel,
nunca fría sino río de fuego.
En la profundidad,
arden las caricias
y beben el primer poema del mundo.
El tacto canta,
es mar, lumbre,
ángel casi.
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José Manuel González Martínez nació en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México, el 19 de marzo de 1989. Es Licenciado en Lengua y Literatura Hispanoamericanas por la Universidad Autónoma de Chiapas. Fue integrante del Taller de Poesía de Óscar Oliva, también formó parte del Laboratorio de textos de la escritora Maria Alzira Brum Lemos. Completó con éxito los cursos Poesía Necesaria con la poeta Raquel Lanseros, Corregir un poema con el poeta Fernando Salazar Torres y el Taller de Poesía del escritor Dolan Mor. Tiene publicado el libro Sonata por Pinos Alados Ediciones. Actualmente trabaja como docente de literatura en el Colegio de Bachilleres de Chiapas.